La creatividad en función de los negocios es mucho más exigente. Si bien, como lo menciono en mis artículos anteriores, cualquiera puede ser creativo y esta creatividad debe ser simple y cumplir un objetivo, en el campo empresarial es imprescindible que el protagonista sea el usuario, el más duro juez.
El éxito de la innovación ya debe tener sustentos más sólidos. No basta con que a una tía le encante su creación, sino que esa innovación se pueda vender a escalas que permitan desarrollar todo un negocio.
La investigación de mercados juega un papel fundamental en esta visión. Muchas empresas inclusive comienzan por preguntarles a sus clientes qué novedades les gustaría ver en sus hogares u oficinas para empezar un desarrollo. Son muy pocas, y con poca probabilidad de éxito, quienes sacan sus innovaciones de oscuros laboratorios con locos científicos aislados del mundo.
La creatividad empresarial también se puede ver en el día a día; hasta los procesos de calidad que se ven tan cuadriculados fomentan en sí mismos las mejoras, haciendo notar los procesos ineficientes y los re-procesos en las organizaciones. Cualquiera, sentado desde su oficina, puede tener la idea brillante que libere un cuello de botella; pero es ahí donde las empresas deben disponer un ambiente que recompense la creatividad. No basta con un buzón de ideas, es toda una infraestructura humana, y por lo tanto emocional, la que aliente a cualquiera a aportar con su ingenio.
Los negocios son crudos, son éxitos o fracasos; es trabajo duro y concentración. Aquí la creatividad debe asimilarse al más fino bisturí, es el reto máximo, aún mayor que el de la creatividad en las artes.
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